jueves, 18 de octubre de 2007

Bienestar


En un costado, a gusto
la tarde se acomoda. Involuntarias
se dejan absorber las luces diurnas.
¡Bellos ojos del tiempo entrecerrados,
qué sencillo parece vigilarme,
qué justas las esperas cuando hay ganas!
Todo mortal merece un poco de quietud,
el premio fabuloso de que los pensamientos
encuentren su respaldo, ganen peso.

Inercia deliciosa, deposita en mis hombros esa mano, confíame el susurro, no aceleres. Sé que no durarás, pero los cambios larvan su enhorabuena en momentos casuales como éste. Nada tiene de ingenuo el bienestar si se aceptan sus frágiles conductas, el vacío regalo que atesora. Mientras tanto, de acuerdo en un rincón, los lagartos al sol y yo esperamos la bonanza del día transcurriendo.


Por Andrés Newman.

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